ÉRASE UNA VEZ HACE 30 AÑOS

07/08/2022   10:59  | 

Tal día como hoy, hace 30 años, alrededor de las 21.15hs, los colegiados del encuentro pitaban la conclusión de la final femenina de hockey hierba de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Las 16 jugadoras que aquella noche vestían con camiseta roja y falda azul marino, caían desplomadas sobre el césped. Una mezcla de sensaciones, un combinando de sonrisas y lágrimas, aparecían sobre sus rostros. Exhaustas, agotadas, pero con la alegría de muchos años de un trabajo enorme concluido de una forma mágica; inolvidable. Y es que aquella calurosa noche el hockey español firmaba posiblemente la página más brillante de su ya, por aquel entonces, larga historia.

La misma lo hacía con el mejor de los finales, como en un cuento, el que comenzaba contra el mismo rival con el que se pondría colofón al torneo Olímpico. Ante una Alemania que se adelantaba hasta en dos ocasiones, pero donde las jugadoras dirigidas por José Brasa, rescataban un empate, que a la postre, fue un punto de inflexión en lo que después acabó sucediendo.

Pasaron dos días hasta que llegó el siguiente obstáculo; Canadá, al que se derrotaría por la mínima (2-1), aunque el partido tuvo que haberse resuelto antes a favor de las españolas.

Así se accedía a la ronda de cuartos de final. Un todo o nada frente a Australia, quien era a priori un rival temible, pero donde un solitario tanto de las locales y una actuación de muchos quilates bajo palos de Mariví González, daban el pase a la lucha por las medallas.

El nuevo envite ponía por delante a Corea del Sur, plata en la anterior cita olímpica de 1988 celebrada en su país, quien era el penúltimo escollo hacia el soñado Oro. El objetivo que se había marcado Brasa al tomar el mando del equipo nacional femenino en 1985 se había cumplido, llegar a la penúltima ronda del torneo.

Ya sin presión, el técnico quiso transmitir esto a unas jugadoras que plasmaron sobre el campo su hambre de gloria. Un primer paso hacía la misma lo dio Mari Carmen Barea en la prórroga, después de que el tiempo reglamentario finalizase con empate a un gol. El tanto de la andaluza metía a este grupo en la lucha por la medalla más preciada.

España había asegurado la medalla Olímpica, pero su sed de gloria no se saciaba ahí. Jugarían la final ante ese escollo inicial con el que habían firmado las tablas en el debut, pese a que consideraban que no habían jugado un buen partido.

Era su momento, su oportunidad y no la querían dejar escapar. Así lo demostró, otra vez, una fundamental Barea. La malagueña, en el primer disparo español, convertía para España el tanto que rompía el empate. Alemania lograría la igualada cinco minutos después, poniendo en marcha un rodillo, que Mariví González desbarataría, una y otra vez.

Con uno para cada equipo en su casillero, la vuelta de vestuarios significo, con aquella estirada de brazo de Eli Maragall, que España sellaba una victoria que permanecerá para siempre en la retina de todos los que aman este deporte. Un llanto feliz se extendía entre las españolas, algo extensible en las gradas de un Olímpic de Terrassa, donde familiares, amigos y aficionados, se unían para celebrar un logro inolvidable y que sigue muy presente en todos y todas, tantos años después.

Mari Carmen Barea, Sonia Barrio, Mercedes Coghen, Natalia Dorado, Nagore Gabellanes, Mariví González, Anna Maiques, Silvia Manrique, Eli Maragall, Maribel Martínez de Murguía, Celia Corres, Teresa Motos, Nuria Olivé, Virginia Ramírez, María de los Ángeles Rodríguez y Maider Tellería. Nombres que permanecerán siempre escritos en letras de color dorado y que representan que con dedicación, constancia y trabajo, todo es posible.